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Salud pública, dignidad humana y el crecimiento del sector privado.




El otro día leí una frase que me hizo mucho sentido “País desarrollado no es aquél en el que el pobre se atiende en una clínica privada, sino aquel donde el rico se atiende en un hospital público”. Más sentido me hizo cuando me puse a conversar con un anestesista que venía llegando de Australia y me contaba que su hija había nacido en un hospital público, fue tan categórico en señalar y destacar la calidad de la atención allá que incluso me dijo “allá todos sabemos que la mejor atención está en el sector público, los mejores profesionales y la mejor técnica se encuentran ahí. Pobres y ricos se atienden en hospitales públicos”.


Yo me acerqué a hablar con él sólo porque me llamó la atención la forma como le explicaba el procedimiento a una mujer antes de colocar la analgesia peridural, debe haber estado hablando por lo menos 10 minutos con ella, algo poco habitual, y le explico absolutamente todo. Me comento que allá en Australia ese era el estándar, que le llamaba la atención lo poco que los médicos le explicaban los procedimientos a las mujeres en trabajo de parto acá en Chile. Con esa pequeña acción, ese médico ya estaba marcando una diferencia.

Bien es sabido por quienes trabajamos en salud que el sector privado crece a pasos agigantados, todas las clínicas del sector oriente de la capital han aumentado el número de camas en los últimos años, y no hay indicios de que esa tendencia se detenga. Sumado a lo anterior, Chile aparece como el país de la OCDE donde las personas más gastan de su bolsillo en salud.


Esta semana vimos, una vez más, como un servicio de urgencia público colapsaba, una historia que cada cierto tiempo se repite. Eso que los medios esta semana visibilizaron, es sólo una de aquellas miles de historias que nuestra salud pública esconde, y que como ciudadanos, y profesionales nos avergüenzan, porque atentan contra la dignidad humana. Les quiero compartir un caso muy cercano: Ocurre que una mujer adulta de Santiago en un viaje a Pucón se fracturo y luxo el codo, tuvo que ser derivada de urgencia al hospital de Temuco donde sólo se le pudo practicar una de las dos cirugías que requería su condición, ya que había sólo un especialista y la segunda cirugía requería a una ayudante con igual expertiz. Luego de eso viajo de regreso a Santiago, donde vive, y con una interconsulta que le entregaron acudió al hospital que le corresponde, El Salvador. Según le dijeron en Temuco la segunda cirugía debía ser efectuada idealmente no más allá de 10 días después de la primera, el traumatólogo de Santiago le dijo lo mismo, requería cirugía lo antes posible. Ya han pasado 14 días y aún no ha recibido el llamado, ella sigue con su brazo enyesado esperando el día en que la llamen para que le digan “la operamos mañana”. La mujer y su familia, cotizantes de FONASA, están evaluando la posibilidad de acudir a una institución privada para realizar la cirugía, sabiendo que en esa institución FONASA no les cubrirá más allá del 20% del costo total de la cirugía, y que la cuenta tendrá por lo bajo, 7 dígitos. Lo consideran injusto, y como no, si han cotizado de manera regular, y en el momento que necesitan hacer uso de una prestación de salud se dan cuenta que el sistema público de salud no les puede solucionar el problema. Es frustrante e injusto.


El sistema de salud público chilenos es funcional al crecimiento del sistema de salud privado. Sin embargo no pierdo la esperanza de que algún día, como en Australia, la población vuelva a confiar y a creer en un sistema público de salud que responda a sus necesidades, que otorgue una atención de calidad, y dentro de los plazos esperados, y que por supuesto no juegue con la dignidad de las personas, ¿si en otros países sucede, por que acá no?.

Publicada originalmente en Matasanos

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