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Cultura de parto.




Vivimos en tiempos de crisis, y no habló de crisis económica, ni de representatividad, a propósito de las últimas elecciones, sino de crisis más profundas, de las relacionales, las que realmente importan y que probablemente sean la madre de todas las crisis. De ahí la necesidad de una revolución del amor.


Nunca en toda la historia de la humanidad los padres pasaron tan poco tiempo con sus hijos como ahora. Nunca en toda la historia de la humanidad nacieron tantos niños a través de cesáreas. Nunca en toda la historia de la humanidad el parto fue visto como un negocio más. De esas crisis hablo.


No es lo mismo nacer por cesárea que por parto vaginal en términos relacionales puesto que nunca una mujer liberará más oxitocina, la hormonal del amor, que luego de un parto vaginal. Razón por la cual cae rendida ante la mirada de su recién nacido, se olvida de los dolores del parto, de su entorno, de todo, el mundo por un instante es sólo ella y su bebé. Lo mismo ocurre cuando está amamantando, la succión estimula la secreción de oxitocina, por eso es que la lactancia es mucho más que alimentar al hijo, en ella se desarrollan vínculos fundamentales. Durante la cesárea no sólo disminuye la producción de las hormonas del amor, sino que también hay evidencia de sobra que señala que el tiempo que transcurre hasta iniciar la lactancia es más largo luego de una cesárea que de un parto vaginal, y la lactancia precoz (antes de la primera media hora de vida) es un muy buen indicador de lactancia materna exitosa. Todo lo anterior se pierde en un cesárea, el vinculo comienza con una desventaja, afortunadamente se puede recuperar, pero no debemos desconocer esa desventaja. Estamos hablando de una crisis relacional desde el inicio mismo de la vida de todo ser humano, urge una revolución, y en eso estamos por estos lados.


Soy partero de profesión, nada me apasiona más que ver a una mujer pariendo y ver a su hijo/a en el pecho haciendo lo único que sabe hacer, mamar, es el instinto primitivo de todo mamífero. No es malo recordar de vez en cuando que como muchas otra especias somos mamíferos, de ahí que Michel Odent, el máximo referente que tenemos sobre el cambio de paradigma, hable de “mamiferizar” el parto. Otros hablan de “humanizarlo” y probablemente es el término más reconocido, y es lamentable, porque corrobora un hecho que es evidente: en algún momento el parto perdió su rumbo y dejo de ser humano, dejo de enfocarse en las necesidades básicas de la madre y el recién nacido, ahí perdimos el rumbo.


Todo lo anterior se ve reflejado en nuestra sociedad, hoy, países como Chile, Brasil, EEUU y Venezuela, sólo por nombrar algunos, tienen tasas de cesáreas realmente vergonzosas, y lo peor de todo es que siguen en alza. Acá en Chile hemos visto como en las clínicas privadas 2 de cada 3 recién nacidos llega al mundo a través de una cesárea. Si, leyó bien, 2 de cada 3, alarmante!!!. En el sector público es 1 de cada 3, tampoco es muy alentador que digamos. Hace pocas semanas estos datos fueron portada de un diario de circulación nacional, pero simplemente quedó ahí, no hubo mayor debate al respecto. En un medio leí las declaraciones de un médico que dijo que “la culpa de alta tasa de cesáreas era de las mujeres, ya que ellas creían que la cesárea era más segura que un parto vaginal”. Pese a lo anterior, matrones(as) y médicos sabemos que un parto vaginal es mucho más seguro que una cesárea, ¿Entonces de quién es la culpa? ¿De donde sacó la mujer la idea de que la cesárea es más segura que un parto?. Sin duda la culpa es nuestra, y debemos hacernos cargo como profesionales del nacimiento. Veo a diario como muchas mujeres son sometidas a cesáreas sólo con información parcializada entregada por parte de su equipo (médico-matrona), eso es grave. Digámoslo con todas las letras, al igual que en EEUU, cómo lo señaló un documental del año pasado, en Chile el parto se transformó en un NE-GO-CIO. Nuestra tasa de cesáreas es tan alarmante que hace unos años vino una investigadora inglesa justamente a estudiar los motivos de porque teníamos tasas tan altas de cesáreas en el sector privado, concluyó que los principales factores eran el tiempo, y el factor económico.


Llegamos a un extremo en el que la cesárea, que es la cirugía más frecuente de nuestro país, se normalizó tanto, que incluso nos parece más raro que una mujer quiera tener su parto en la casa. Hago la comparación anterior ya que en último tiempo he conocido a muchas mujeres que han optado por tener su parto en casa, y cuando lo comento entre conocidos, hablan de esa opción casi como una “irresponsabilidad”. Según la OMS una cesárea es 6 veces más riesgosa que un parto vaginal, según el estudio más grande realizado que compara partos vaginales planificados en casa versus partos vaginales hospitalarios, realizado en Holanda, el parto en casa no representa más riesgos. Sumado a lo anterior, me parece importante señalar que Holanda es uno de los países con las tasas de cesáreas más bajas del mundo, y al mismo tiempo con la tasa de partos en casa más alta.


¿Sabe donde radica la diferencia entre Holanda y Chile, u otros países con tasas de cesáreas tan vergonzosas como la nuestra?, la diferencia radica en el medio cultural en el que ocurren las gestaciones. Acá en Chile desde niños escuchamos que la mujer gestante va al hospital a “mejorarse”, ¿de que?, y crecemos repitiendo lo mismo, vemos el embarazo como un evento patológico y en algunos casos invalidante. Me parece importante señalar que sólo un 15-20% de los embarazos presenta patologías que condicionarían un cesárea. Urge como país y como sociedad, dejar de mirar el embarazo como un enfermedad. Para que ocurra un cambio real es necesario que comencemos a mirar la gestación y el nacimiento como procesos fisiológicos, y por lo tanto, normales. La forma en que un niño llega a este mundo es de vital importancia para él, para su familia y para la sociedad en que nace, y hoy no estamos siendo respetuosos con esos procesos.


No sólo miramos raro a una mujer que quiere parir en casa, sino por el contrario, no nos inmutamos con las aberrantes tasas de cesáreas actuales. Y me detengo acá para señalar que no estoy en contra de las cesáreas, yo estoy vivo gracias a una cesárea que le hicieron a mi mamá. Estoy en contra de las cesáreas innecesarias. Es más, si una mujer opta por una cesárea con toda la información sobre la mesa, me parece perfecto, pero que tenga primero toda la información, y que sepa que es más riesgosa para ella y para su hijo. Los países deben garantizar a la mujer la opción de parir donde ella desee, con quién ella desee, y en la posición que ella desee. ¿O acaso nos dicen donde, como, y con quién tener relaciones sexuales? ¿Sería aberrante cierto?, en el parto ocurre mismo.


Estás mujeres que he conocido y que han optado por un parto casa, lo han hecho con toda conciencia, y muy informadas. Es más, me atrevería a decir que son las que más información tienen sobre un parto respetado, por eso mismo es que han tomado la decisión, ya que buscan escapar de un sistema poco amigable. Lamentablemente no ocurre lo mismo con muchas de las mujeres a las que hoy se les practica una cesárea, hay mucha desinformación en torno a ella, ejemplos de eso vemos cada día en las clínicas de nuestro país.

En todo momento he hablado de los extremos (cesárea y parto en casa), justamente porque resulta más fácil establecer diferencias. Pese a lo anterior, entre la cesárea y el parto en casa, se encuentran todos los partos vaginales que ocurren en instituciones públicos y privadas, tema que abordaré en otra columna.

Mientras no cambiemos la forma de mirar el nacimiento, seguiremos siendo la misma sociedad en crisis. El rol de los profesionales como leí alguna vez por ahí es “ayudar sin interferir ni desplazar, guiar sin invadir; se requiere rescatar la autonomía de las personas en esta experiencia, todo con un objetivo común: un parto humanizado, un nacimiento feliz.”

Publicada originalmente en Revolución del Amor

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