Violencia Obstétrica: una violencia de género invisibilizada.
¿Hay algo más importante que aquello que resguardan, en su declaración, los Derechos Humanos? Lo dudo, y de lo que escribo hoy es de una violencia que a las mujeres les impide el pleno goce de ellos.
Probablemente una de las violencias de género más invisibilizada sea la violencia obstétrica, tras buenos resultados epidemiológicos e indicadores materno perinatales de país desarrollado, esta violencia casi no es tema en los libros de obstetricia, la disciplina de la medicina que forma a matronas y médicos en la asistencia de los partos en nuestro país. Tirón de orejas para quienes trabajamos en torno al nacimiento, pues otros países –como Argentina y Venezuela– ya han legislado al respecto incluso, ¿y nosotros?, poco y nada.
Así como en la educación la luz de alarma la encendieron aquellos que estaban siendo víctimas de un sistema poco amigable, los estudiantes, en este tema han sido las propias usuarias, mujeres gestantes, las que han denunciando desde distintas partes del mundo la violencia de la cual están siendo víctimas en las instituciones de salud en que se asisten partos. Esto ha motivado discusiones ciudadanas, académicas, políticas e incluso legales.
¿Pero sabe usted a qué nos referimos cuando hablamos de la violencia obstétrica? Pues bien, en términos legales se entiende por violencia obstétrica, y cito textual la ley de Venezuela, a: “La apropiación del cuerpo y procesos reproductivos de las mujeres por prestadores de salud, que se expresa en un trato jerárquico deshumanizador, en un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente sobre sus cuerpos y sexualidad impactando negativamente en la calidad de vida de las mujeres”. Venezuela, en todo caso, esta lejos de ser el país con menos intervencionismo y, al igual que en Argentina, las denuncias por violencia obstétrica se suceden constantemente.
¿Cómo andamos en Chile respecto del abuso de la medicalización en el parto? Tome asiento: investigadoras de la U. de Chile, en un periodo de los años 2010-2011, estudiaron a un grupo de 508 mujeres que tuvieron sus partos en dos servicios de salud del sistema público chileno. Los resultados son tan preocupantes como nuestra actual tasa de cesáreas, ya que un 92,7% de los partos fue intervenido médicamente (oxitocina, peridural y rotura artificial de membranas), lejos de lo propuesto en 2007 por el “Manual de Atención Personalizada del Proceso Reproductivo” del Chile Crece Contigo, que promueve una atención respetada y personalizada de la gestación y el nacimiento. No quiero decir, en ningún caso, que ese 92% fue víctima de violencia obstétrica, no tengo argumentos para señalarlo, pero sí puedo plantear mi preocupación ante la medicalización excesiva de un proceso completamente fisiológico. Algo no anda bien en el país con la segunda menor tasa de mortalidad materna en todo el continente americano (sólo nos gana Canadá), pero aún no lo vemos. Sin embargo, si usted busca grupos de mujeres que hablen de violencia obstétrica en nuestro país, encontrará más de un grupo en Facebook que aborda el tema, y dentro de él decenas de relatos denunciando el trato vivido. De a poco más mujeres, luego de sus vivencias, se deciden a escribir cartas a los directores de los hospitales y jefes de las maternidades pidiendo un cambio en la forma cómo se atiende un momento de carga emocional única en la vida de la futura madre, y del padre.
En Chile hay hospitales en que el porcentaje de mujeres que recibe la epidural no sobrepasa el 20%, pese a ser una garantía GES, y no porque no exista un anestesista disponible, sino porque la mujer ha optado por métodos no farmacológicos para el manejo del dolor. ¿Cuántos hospitales pueden jactarse de ofrecer alternativas no médicas para manejar el dolor con tal nivel de adherencia y buenos resultados? ¿En cuántos lugares estamos efectivamente trabajando por favorecer una experiencia de parto efectivamente personalizada y centrada en las necesidades de cada mujer?
Las cesáreas innecesarias (o #INNEcesáreas), según las legislaciones americanas que han revisado el tema, constituyen una forma de violencia obstétrica. En Chile uno de cada dos niños nace a través de una cesárea, contradiciendo toda lógica, sentido común, e incluso el deseo materno, puesto que 3 de cada 4 mujeres prefiere el parto vaginal por sobre la cesárea. ¿Represión del deseo materno, estado de sumisión inconsciente?, se ha escrito tanto sobre esto desde hace tantas décadas y avanzamos tan lento. Sin embargo, es esperanzador ver a mujeres marchando hace unos días y denunciando públicamente la “violencia obstétrica”, y ver que en paralelo el tema ya es discutido en seminarios e instancias universitarias, el año pasado en la U. de Santiago y este año en la U. de Valparaíso, y U. Diego Portales (en actividad organizada en conjunto con la U. de Santiago).
James Prescott, el neuropsicólogo, señalaba que “la más grande amenaza para la paz del mundo proviene de aquellas naciones que tienen los ambientes más pobres para sus niños y que son las más represivas en cuanto al afecto sexual y a la sexualidad femenina”. La violencia sexual es violencia contra lo femenino; y la violencia obstétrica, la aplicación de esta violencia al proceso de la gestación y el nacimiento, procesos plenamente sexuales.
La violencia Obstétrica deja huellas en las mujeres que han parido, en sus hijos, y también hay evidencia que señala que afecta a los profesionales que son testigos a diario de cómo sus colegas tratan a las mujeres gestantes. Esta violencia existe, y es una forma más de las tantas que le conocemos a la violencia de género.