top of page

Aborto: Dejemonos de hipocresías, por ellas.




La mujer chilena hoy está ad portas de recuperar un derecho que perdió cuando la dictadura quemaba sus últimos cartuchos: el derecho a decidir la interrupción de su gestación.


Pues sí, la mujer tiene derecho a decidir lo que pasa con su cuerpo y con el puñado de células que se aloja dentro de su útero.


Llamar “persona” a este puñado de células antes del primer trimestre no es más que un error, aclaro sí, voluntario. De hecho, algunos neurobiólogos se atreven a plantear que estas células constituyen una persona pasada la mitad de la gestación, una vez que el sistema nervioso está completamente funcional.


¿Qué pasa en Chile hoy día si una mujer decide abortar utilizando, por ejemplo, misoprostol? Si el misoprostol (que compró en el mercado negro) funciona, básicamente tiene dos opciones luego de iniciado el sangrado: La primera sería quedarse en casa por miedo a acudir a un hospital y que la denuncien, y eventualmente desangrarse antes de llegar al establecimiento de salud. La segunda sería acudir al hospital y cruzar los dedos para que nadie se dé cuenta que el aborto fue provocado, aunque las probabilidades que tenemos como equipo de salud de saberlo son bajas.


Recuerdo una vez que llegó una niña por dolor uterino y al examinarla tenía las tres pastillas de misoprostol en la vagina aún sin disolver completamente. Los médicos de turno decidieron denunciarla. Con la nueva ley, si esta mujer no fue violada, su vida no corre peligro y/o el feto es viable, igualmente sería denunciada. De ahí la importancia de hablar del derecho de la mujer a decidir, y sin apellido. Pero bueno, hoy estamos hablando de aborto por tres causales, y es un avance.


En el “mejor de los casos” para esa mujer, nadie se dará cuenta que usó misoprostol. Ingresará al hospital o clínica con el diagnóstico de aborto, eventualmente se le realizará un legrado uterino, y 12 horas después estará en casa. Este “mejor escenario” que plantea hoy la realidad chilena está lejos de ser el “mejor escenario” posible, puesto que esta mujer vivió todo su proceso de toma de decisión en la clandestinidad y la gran mayoría de las veces sola. Además se le sometió a un procedimiento de mayor riesgo (el legrado) que otras alternativas para abortar hoy disponibles (en otros países).


Las redes sociales en estos días se han dividido en dos grandes bandos, y me parece bien que así sea. Mirar una discusión tan relevante desde la galería, sin tomar partido, parece demasiado insípido. Y cuando hablo de tomar partido no hablo de decir “yo abortaría” o “yo no abortaría”, porque como hombre jamás me veré en esa encrucijada. Hablo de estar de acuerdo con que una persona pueda decidir abortar o no, más allá de lo que yo haría con mi cuerpo. Porque seamos claros, con ley de aborto, si no quieres abortar, nadie te obligará a hacerlo.

Algunas de las cosas que más me ha llamado la atención por estos días son dos campañas paralelas del bando anti-aborto. La primera de ellas es #prevengamoselaborto, una campaña que “defiende la vida del que está por nacer”. La otra campaña es #porella, cuyo eslogan es algo así como “acompañemos el embarazo vulnerable” y “lo más saludable para la mujer es no abortar”.


Ambas campañas, al menos en el discurso, no me parecen excluyentes del proyecto de ley presentado ayer. Despenalizar el aborto no es sinónimo de promoverlo, y en ningún caso significa que no debamos acompañar las gestaciones vulnerables. ¿Sabrán quienes están detrás de estas campañas que en el primer control del embarazo se aplica un instrumento que nos permite evaluar riesgos biopsicosociales y, que por consiguiente, nos invita a seguir la conducta más adecuada para cada gestación?


¿Cómo imaginan los anti-aborto que serán los abortos en Chile de aprobarse la despenalización de éste? Lo pregunto porque pareciera que piensan que la mujer va a ingresar a una habitación vacía, apretará un botón y listo: aborto realizado.


Los abortos, como cualquier acción de salud sexual y reproductiva, requerirán el acompañamiento y la consejería de un profesional idóneo, por ejemplo un matrón de atención primaria. Al igual que cuando una mujer va en búsqueda de anticonceptivos, y el matrón le expone todas las opciones disponibles para optar por uno de manera informada, el/la matrona deberán explicar las alternativa para abortar, en que consiste cada procedimiento, y los eventuales riesgos asociados, para luego firmar un consentimiento informado. Todo esto con controles previos y posteriores al procedimiento para, por ejemplo, iniciar el uso de algún método anticonceptivo y prevenir un nuevo embarazo no deseado que pudiese terminar en un nuevo aborto.


Despenalizar y prevenir pueden ir de la mano. ¿O acaso creen que luego de despenalizar el aborto, el Estado pondrá letreros con luces de neón en todas las comunas promoviendo el aborto?


La campaña #porella, que utiliza como argumentos las opciones “más saludables” para la mujer y su hijo, como por ejemplo “no abortar”, no menciona en ninguna parte de sus argumentos el hecho de que si realmente nos preocupa la salud de las madres y sus hijos, deberíamos redoblar los esfuerzos para mejorar el nivel educacional del país. Hace rato que sabemos que el nivel educacional de la madres es muy relevante para su propia salud y para la de sus hijos. A todos los partidarios de #porella los invito primero a considerar lo que ELLAS quieren, porque si no la campaña se convierte en un #porellasperoencontradeloqueellasquieren.


Los invito, también, a que promovamos educación sexual y reproductiva en los colegios. Pero en serio, porque paradójicamente son estos mismos sectores contrarios al aborto los que han frenado históricamente cualquier intento de que la población acceda a contenidos educativos relativos a sexualidad, anticoncepción, etc.

Las invitaciones están hechas, dejémonos de hipocresías, por ellas.

Publicado originalmente en Matasanos

bottom of page